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Indiscutiblemente no son muchas las ocasiones en que en esta época podamos encontrarnos con la oportunidad de poder reflexionar tan profundamente el tema ya trillado, común y antiguo como la existencia misma de nuestra especie: LA ENVIDIA, pero de la que ninguno se siente afectado a pesar de ser el mayor y más común de los vicios desde los inicios de la civilización. Y la envidia no es más que el descontento, amargura y asfixia del propio individuo que la padece.

En este artículo en que se nos detalla con total conocimiento, sabiduría y reflexión una a una las causas y sus terribles alcances no puede dejar de entenderse la rabiosa, decepcionante y fracasada acción de desear de la manera más insana lo que vemos primero como admirado, luego imitado y finalmemente odiado por no poder llegar a sentirse de la misma suerte a pesar de tantos retorcidos intentos que valiéndose de lo que sea, ya sea atacar, calumniar, humillar y hasta matar, deja al imitador, arribista y envidioso como el individuo más despreciable, el ser humano más ínfimo en una dimensión grotescamente contraria a su despiadada lucha por brillar, vencer y eliminar al envidiado, su más odiado semejante. No cae en la cuenta que entre más odio, furia diabólica y deseo extremo de aplastarlo, lo hace en cambio germinar, crecer y heredar una cosecha de aplausos, admiración, respeto y sobre todo ser totalmente irrepetible. No solamente Scheler nos lo demuestra tan brillantemente. Rene Girard, el mismísimo Jesús nos dejan un legado que ni más de dosmil años los hacen olvidar. Al contrario, más tiempo pasa y en más pequeña, insignificante y despreciable figura se convierte el bagazo humano al vivir en su venganza su más certero odio y deseo de borrar de la faz de la tierra al envidiado que cada día será en la historia un ejemplo cada vez más grande, más admirado y más libre que ningún otro. No dejas duda de lo que es de temible para la humanidad sufrir de quien lleva la herida narcisista hasta en su médula. Excelente y ejemplar artículo M. Hinds.!

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